WSCC: Inmigración y la Sagrada Familia
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Que la paz de nuestro Señor esté con cada uno de ustedes en este tiempo de Navidad.
Nosotros, los obispos del estado de Washington, estamos con nuestros hermanos y hermanas inmigrantes y refugiados. Las amenazas de deportaciones masivas y separación forzada de familias han causado un gran temor entre refugiados, migrantes y sus familias, tanto documentadas como indocumentadas. Estas amenazas son contrarias al Evangelio de Jesucristo y a la dignidad de cada persona humana que es fundamental para las enseñanzas de nuestra fe católica.
En su carta encíclica Fratelli Tutti el Papa Francisco nos recuerda: "Si toda persona tiene una dignidad inalienable, si todo ser humano es mi hermano o mi hermana, y si en realidad el mundo es de todos, no importa si alguien ha nacido aquí o si vive fuera de los límites del propio país" (#125).
Si bien sostenemos que somos una nación de leyes, como hemos dicho en el pasado, también sabemos que el sistema de inmigración de los EE. UU. tiene graves fallas y necesita una revisión integral. Como cristianos, sabemos que nuestro amor a Dios se mide por nuestro amor al prójimo, particularmente a los más vulnerables. Arraigada en las Escrituras, la Iglesia Católica tiene una larga tradición de apoyar a los que se ven obligados a emigrar: "… porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron" (Mt 25:35). Por lo tanto, no podemos separar nuestro amor a Dios y el de los demás, y deseamos hacer eco del llamado del Papa Francisco de acoger, proteger, promover e integrar a los inmigrantes (Fratelli Tutti 129).
Incluso la Estatua de la Libertad nos recuerda que la migración es parte del tejido de nuestra nación, con palabras de Emma Lazarus, una autora inmigrante judía-estadounidense, grabada en su pedestal: "Dame a tus cansados, a tus pobres, a tus masas apiñadas que anhelan respirar libres".
Durante este tiempo de incertidumbre y miedo, apoyamos a nuestros hermanos y hermanas inmigrantes y refugiados. Que todos nuestros hermanos y hermanas en los márgenes, especialmente los migrantes, refugiados y solicitantes de asilo, sepan que nuestras parroquias están abiertas para la oración y el consuelo. Que cada uno de nosotros abrace la enseñanza del Evangelio y el llamado del Papa Francisco a reconocer la dignidad de los demás al dar la bienvenida al extranjero.
Como peregrinos de esperanza que entran en un año jubilar, caminamos juntos a través de estos tiempos inciertos sabiendo que Nuestra Señora de Guadalupe camina con nosotros.
¡Nuestra Señora de Guadalupe, ruega por nosotros!
En el corazón de Cristo,
Rvdmo. Paul D. Etienne, Arzobispo de Seattle
Rvdmo. Joseph J. Tyson, Obispo de Yakima
Rvdmo. Thomas A. Daly, Obispo de Spokane
Rvdmo. Eusebio Elizondo, M.Sp.S., Auxiliary Obispo de Seattle
Rvdmo. Frank Schuster, Auxiliary Obispo de Seattle